A propósito de la celebración: Un texto de Aris Rangel
Llevas prisa. Caminas en la Morelos. Respiras el aire caliente. Sientes el sol que se te cuela entero. Se te escurre la frente. Ves una mesa en la banqueta. Te detienes. Crees tener ya más de una docena de esos libros o al menos eso dice tu librero imaginario. Tomas el del centro. Lo hojeas. Tomas el de la derecha. Lo hojeas. Tomas el de la izquierda. Lo hojeas. Sientes haber ya leído todos o al menos eso es lo que te dice tu memoria desquiciada. Se te resbala el tiempo y el calor por la espalda. Eliges por fin uno. Entras. Sacas un billete. Viejo. Pagas. Recibes tu libro dentro de una bolsa de pan. Sales. Cruzas la puerta. Vas contento con juguete nuevo. Cruzas el camellón. Te detienes. Volteas para saber el nombre de la librería. Notas dos letras empalmadas. Distingues la A. Apenas logras percibir la e. Lees debajo de las iniciales. Retomas la marcha pronunciando El Astillero. Piensas en un astillero en el desierto. Piensas en la letra A. Piensas en la letra A. Piensas en la letra A. Llegas a tu destino. Finges. Sonríes. Tratas de no gritar. Respiras. Abres tu libro. Viajas. Suena el timbre. Sales. Caminas de vuelta a casa. Te sirves un vaso de leche. Gritas con quien se acerque a la cocina. Te calmas. Platicas. Ríes. No finges. Vas a tu cuarto. Abres tu libro. El reloj frente a tu cama marca 3:17. Cierras el libro. Despiertas picado por el insecto de la noche. Te rascas. Entras a la regadera con los ojos cerrados. Sales del baño. Te vistes. Tomas el libro de tu buró. Vas a la cocina. Pones la cafetera. Agarras una taza. Bebes. Abres los ojos. Lees. Sales otra vez de prisa. Llegas a tu destino. Te sientas. Te pincha la jeringa de la monotonía. Suena el timbre. Te levantas. Sientes la aguja desenterrarse de tu glúteo izquierdo. Sales. Caminas por la Morelos. Te detienes frente a la librería. Tus siguientes tres semanas son iguales. Pasas por la Morelos. Te detienes. Te preguntas por qué te detienes una y otra vez. Volteas al anuncio y ves la A. Volteas del lado izquierdo y ves escritas las palabras caracol, nodo y café. Entras. Se te escurre el tiempo. Miras tu reloj y caes en la cuenta de que cada vez que entras se detiene. Descubres que adentro se mide otro tiempo. Ves que las horas de la librería y del café giran con el tiempo de sus propias ruedas. Te das cuenta de que la rueda de mil ruedas es cada vez más grande y ahí te hayas dentro. Pides un café. Inicia el círculo. Giras como girabas antes pero ahora junto con otras ruedas, en un nodo. Oyes el sonido del caracol. Cierras los ojos para leer con otros ojos. Tapas tus oídos para escuchar con otros oídos. Callas tu voz para hablar con otra voz. Te das cuenta de que El Astillero no es una franquicia. Te das cuenta de que Utopía sí existe.