¿Se debe condenar a los best sellers?
La calidad no está peleada con las ventas, así que dejemos a un lado a los autores de calidad que venden por gran cantidad sus libros para poder hablar del best seller mediocre, ese que tiene las mismas características de la música pop, es decir, que sigue una fórmula; puede estar bien o mal redactado, contar con una buena historia o limitarse a repetir lo ya probado, lo que no falla, hasta agotar toda creatividad para volverse plano y predecible.
En este país, en el que se lee menos de la mitad de un libro al año por habitante (y esa “mitad de libro” está repartida entre libros de autoayuda y la Biblia), no se debe satanizar a los autores patito, aunque muchos sean sólo unos mezquinos oportunistas, pues de una u otra forma acercan a las personas al mundillo literario, funcionan a menor escala como introducción al posible lector a las letras.
Me atrevo a decir que las personas que consumen este tipo de libros se pueden clasificar en dos grupos:
1. Adolescentes. Ellos están chavos, no saben lo que hacen. Digamos que pueden rectificar el camino en cualquier momento y meterse con el buen contenido. El problema con los pocos jóvenes que son lectores y que consumen best sellers, es la escuela, sí, los educadores no obligaran a leer El cantar del Mío Cid o Navidad en las montañas, e indujeran a la lectura con autores o libros entretenidos, accesibles y, sobre de todo, con calidad, no habría tantos fanáticos de Coelho, Crepúsculo, Carlos Cuauhtémoc Sánchez...
2. Señoras. Las señoras aburridas están condenadas a ver telenovelas o estar de chismosas, o las dos cosas, y en el mejor de los casos, a comprar libros de autoayuda. Con este grupo la situación se complica un poco más, pues no hay lector más peligroso que una señora que empuña la espada de la moralidad con forma de libro de Corin Tellado. Tristemente casi todas son caso perdido, sólo queda confiar en que se aburran de estar aburridas y abandonen ese tipo de libros por algo más interesante y productivo, como tejer con ganchillo.
“Yo crecí bajo la sombra de Kant, en mis primeros años Sabines y Neruda me enseñaron lo que era el amor, y ahora Dostoievski y Tolstoi guían mi vida...” diría algún literato arrogante, pero estoy seguro de que en su librero o por sus manos ha pasado algún libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Dan Brown o similares, al menos en sus primeros años como lector. Este tipo de lectores “selectivos reticentes” son los primeros en burlarse o hacer menos a una persona que consume best sellers patito, pasando por alto que en muchas ocasiones este tipo de libros sirve como trampolín a la literatura de calidad.
El problema con la lectura de best sellers existe realmente cuando hay una resistencia, por miedo o por ignorancia, del lector a abandonar lo ya digerido, y como anunció alguna vez Unamuno (refiriéndose a los best sellers, cofcof): Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee.